Mochila al hombro, algún día la pesare. Deberíais saber que de Raíces Nuevo salí con una mochilita de tan solo 40 litros. Era increíble, pesaba poco, abultaba menos... Pero llegó el ansia de consumo, la zona franca de Punta Arenas me nublo la mente. La verdad es que con la tienda de campaña y el saco que tenía no podría haber subido a Torres del Paine.
Al primer coche que pasa me levanta. Va para Trevelin, ha de dejarme en el cruce pero se nos va la olla y acabamos en Trevelin. De enfrente de la estación de servicio, sale una ruta hacia el parque. Es la misma que va hacia Cholila y enlaza con la ruta 40. Para intentar disculparse por el despiste, me dice que pasan muchos coches, que enseguida me levantaran, jaja.
Creo que ando cosa de una hora. Una media de coche por cuarto de hora. Finalmente me levanta un encargado de las obras de mejora de la ruta 71. Con él entro en el parque y... ¡no pago entrada!.
Me informo de los campings libres del parque y me voy para el lago Fatulaufquen. Como tranquilamente, me doy un baño e incluso una pequeña siestecilla.
Hecho a andar hasta la zona de acampada libre Cascada Irigoyen. Hace un poco de viento , pero el lugar es increíble. Un par de horas leyendo en la playa pedregosa y voy en busca de un lugar para dormir.
Mi butaca para leer.
Elijo lugar y me acerco a hablar con Manuel, un campista. Entre charla y charla, me invita a cenar con el. Arroz con queso y una salsa de tomate casera riquísima. Le encanta este lugar, aquí pasa sus dos semanas de vacaciones.
La noche esta increíble, así que decido no montar la carpa y dormir bajo las estrellas. Apenas me meto en el saco, varios pares de ojos quedan inmóviles, mirándome al reflejarse la luz de mi linterna en ellos. Calculo que serán gatos, esperemos.
Amanezco vivo y con la nariz, que era lo único que asomaba del saco, intacta. Desayuno y me preparo.
Sale Manuel de su tienda y me convida a unos mates. Nos despedimos deseándonos suerte y salgo a la polvorienta ruta.
Voy con una pareja mayor, hasta el aparcamiento de la pasarela del Río Arrayanes. Si bien solo había dos caminos, elegimos el incorrecto. Tras unos minutos me percato de ello y se lo hago saber a la pareja. El camino esta bastante complicado. Dan la vuelta y me despido de ellos.
Sigo el sendero y acabo en el camping Lago Verde, que se ubica a orillas del lago que le da nombre.
Y a la ruta, y a caminar. Llego al inicio del sendero al Mirador del Lago Verde. Para allá que voy. Es una caminata muy corta, apenas una hora.
Esto se veía mirando hacia atrás, no son ovejas voladoras jaja.
Un pescador me lleva hasta Rivadavia, pero antes tenemos que parar para desinfectarnos. No pasa nada, es solo el alga Didymo, que esta extendiéndose por los lagos del parque, e intentan que no salga de aquí. Me preguntan si llevo algo que haya estado en contacto con el agua, todo yo y mi botella de agua jaja. Que no tire el agua de la botella en ningún lado. Me la beberé entonces.
Al pescador le limpian la caña de pescar, los anzuelos y las chanclas (ojotas para los argentinos).
Camino salida del pueblo, y un coche destartalado con la gente de una obra me levanta hasta Cholila.
La cuesta de salida del pueblo cuesta, a ratos parece que llevo un saco de cemento al hombro.
Y otro coche. Y unos kilómetros que le muerdo a la ruta. Y otra espera en el arcén. Y más coches que no paran. Y uno que si. De esta hasta Epuyén.
Epuyen
En ningún momento había pensado pasar aquí la noche, pero los tres últimos conductores me lo han recomendado.
En la oficina de turismo me dicen que no hay lugar para acampada libre. Pues nada, a pagar.
De la que me acerco al pueblo, información esta en el cruce de entrada, me pongo a hablar con Matias. Esta construyendo con adobe y otras técnicas de permacultura con unos amigos. Entramos en el super, yo a por comida y el a por harina para uno de los engrudos que usan en la construcción. Nunca lo había visto.
Para el camping hay como siete kilómetros. Me levanta Patricia, Pato, en el Pueblo. Me dice que en Predio de Artesanos debería de poder montar la carpa sin problema. Este esta dentro del Parque Municipal Puerto Bonito y hasta la entrada llegamos para preguntar. Que me digan que no ya da rabia, pero que la pobre moza no se lo ocurra más que, tras el no, decirnos que el otro día si dejo a unas autocaravanas quedarse, por que lo tienen todo, eso a mi me molesta , pero a Pato realmente le indigna.
Me deja a la puerta del camping Refugio del Lago. Otra noche increíble, no monto la tienda de campaña.
Tan solo me despierta una pelea de gatos, y un par de vueltas para reacomodar los huesos, el suelo esta duro.
Mi humilde morada.
Hoy es 28 de febrero, se acaba otro mes.
Me conecto un poco a internet, y me voy a pasear al Lago Epuyén.
El agua es increíblemente cristalina. Hecho a caminar por la ruta del Chalet. Acaba en un chalet abandonado, a escasos metros de un playa preciosa. No puedo resistirme y me pego un baño y una sesión de secado al sol como mi madre me trajo al mundo.
Hay que insinuar un poco...
Camino de la ruta hablo con Hernan. Tiene ventitres años y espera su segundo hijo. Llevara el nombre de su hermano, que estuvo a punto de morir por un accidente hace unos años. Eduardo le puso Hernan a su primer hijo varón.
He conseguido un sofá en El Bolsón, hasta donde llego con una familia.
El Bolsón, Puelo.
Mientras tomo una cerveza artesanal, me pongo en contacto con León, el me hospedara en Puelo, a unos kilómetros al sur. Tomo un bus que me deja a una cuadra de su casita.
Cenamos unas pizzas muuy ricas en la cervecería El Bolsón, la misma en la que espere ayer, y después nos tomamos algo en un pub donde, mira tu que casualidad, hablo con dos chicas reguapas. Las dos se llaman como mi madre y mi hermana. ¿Alguna Julia fea?.
León esta en época de cambios. Ha dejado sus trabajos y hoy tiene la última reunión de uno de ellos. Voy con el a El Bolsón, y tras su reunión nos vamos caminando hasta La Cabeza del Indio.
A la entrada, un hombre me para y me dice que he de pagar seis pesos en concepto de seguro, ¿eh?.
Por tres veces le tengo que preguntar si es obligatorio para que me diga claramente que no. Creo que no le he caído demasiado bien.
Esta noche me toca preparar la cena. He de decir, con cierta vergüenza, que va a ser la primera vez en el viaje que cocine algo medio elaborado. Somos dos a cenar y a ambos nos parece que el cous cous con pollo ha quedado genial.
Mañana nos vamos al monte. Pero para cuando nos vamos a la cama, hemos decidido salir en el bus de las 13:00, para el de las 08:00 nos vana faltar horas de descanso.
Nuestro destino es el refugio Hielo Azul. Esta a 1.300 metros de altitud. Llegamos tras unas cinco horas de caminata. León parece que desayuno poco, pero no tira la toalla y a eso de las 19:00 llegamos al refugio.
Construido completamente con la madera del lugar, es un lugar cálido y acogedor. pero yo llevo la tienda de campaña, así que me conformo con mi cálido saco de dormir.
Un poco más arriba esta el Glaciar Hielo Azul, y estoy decidido a ver amanecer allá. Suena el despertador a las 05:30, y en diez minutos estoy andando.
La noche esta totalmente despejada y hay una gran luna menguante. Gran parte de la caminata la hago con el frontal apagado. No sin algún que otro contratiempo, consigo llegar a orillas de la laguna formada por el deshielo del glaciar. A la bajada, con la luz del día, me daré cuenta de que lo que en el mapa aparecía como "trepadita facil", realmente lo era, y no lo que hice yo a las 06:00 de la mañana.
Llegada al refugio Hielo Azul.
Amanecer a los pies del glaciar.
Refugio Hielo Azul.
Justo a mi vuelta de la expedición vespertina, sale León del refugio. Desayuna, hacemos las mochilas y nos vamos.
Llegamos hasta el refugio Natación, donde nos convidan a unos mates. Dejamos las mochilas y nos vamos a dar una vueltilla por ahí (¡¡en tu honor Iosu!!jaja). Comemos y hasta una siestecilla cae.
El camino hasta en refugio Cajón Azul, es un autentico camino de cabras. Menos mal que es cuesta abajo. Kilómetros de pendientes y escalones, la vegetación se come la senda. Una tortura.
Llegamos al Río Azul, que tendremos que seguirlo un rato hasta llegar al refugio. La primera poza que veo y no me puedo resistir. León sigue hasta nuestro destino, yo me dejo atrapar por las aguas frías y cristalinas.
Puente de paso al refugio. La separación entre ambos lados es muy poca, pero debajo te esperan unos treinta metros de caída.
Jugamos unas escobas, cenamos y nos ponemos a hablar con Lucia, checa, y Timote, francés. Unos vinos de mamajuana a cincuenta pesos el litro. De tarde preparamos madera para una hoguera, así que la encendemos y nos sentamos los cuatro alrededor. Como siempre, el fuego imnotiza a todo aquel que se deje atrapar por sus sinuosos movimientos. Me quedo un rato a solas con el fuego y me meto en la tienda de campaña. Un día más.
Volvemos sin prisa hacia El Bolsón. Paramos a comer el pan casero que compramos en el refugio, en La Playita, un camping que está a mitad de camino.
En las subidas, a León le falta octanaje, yo aprieto y no pierdo ritmo, hay que sudar la camiseta jaja.
Remiss compartido con una pareja, ella aragonesa, afincada en Suiza desde hace muchos años, y el suizo.
Mi última noche en Puelo. Le toca cocinar a León. Pasta con queso y a la cama.
Un bus hasta El Bolsón, y un médico oftalmólogo me lleva hasta Bariloche. Fernando es de Buenos Aires, pero el, su mujer y sus dos hijos se vinieron a Bariloche hace algo más de un año. Pasamos el viaje hablando y me da su correo. Cualquier problema que lo avise. Tiene que recoger a uno de sus hijos en un rato, así que se ofrece y me da un pequeño tour por la ciudad. Ah, y no me cobra las consultas oftalmológicas jaja.